Si Lorca o Neruda levantaran la cabeza, la volvían a tumbar después de mi Haiku. Como pueden leer en el link, el haiku es una forma literaria japonesa de poema corto. Su intención, captar el instante. Y es que la belleza se encuentra en lo pequeño e insignificante.
En el haiku anterior he querido aprovechar el canto del ruiseñor como instante que representa el tópico de la alegría primaveral. Todos conocemos el dicho: La primavera, la sangre altera. El cuerpo se revoluciona a la explosión de belleza que nos ofrece la naturaleza. El sol devuelve la luz y el ambiente cálido; los animales salen de sus cobijos, para olvidar el frío invierno; los campos ofrecen las mejores vistas -campos verdes llenos de vida que se confunden con los colores tropicales y exóticos de sus flores abiertas-; y el sentido de la vista se pone de acuerdo con el olfato y la audición para descubrir las mejores sensaciones, sin olvidar el canto del ruiseñor.
Para que disfrutéis de una buena poesía y os quitéis el mal sabor de boca, tras mi haiku, acabo con 'Poema a un ruiseñor' de José de Espronceda:
Canta en la noche, canta en la mañana,
ruiseñor, en el bosque tus amores;
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.
Teñido el cielo de amaranta y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.
Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío.
Y vertiendo dulcísimo desmayo,
cual bálsamo suave en mis pesares,
endulzará tu acento el labio mío.
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