Azulejo referente a la rebelión morisca (Frigiliana, Málaga)
Autor: Álvaro Cruz García
Fuente: Artehistoria.
Con la llegada de los Reyes Católicos al trono, creció la -ya importante- voluntad de extender los valores cristianos entre la población española, obviamente, con la ayuda de la Iglesia, instrumentalizada en la cruel y, a la vez, "santa" Inquisición. Ya se vivió un avance de lo que sucedería el 1609: en 1492, los R.R.C.C decretan (Decreto de la Alhambra o Edicto de Granada) la expulsión de los judíos o su obligada conversión al catolicismo. Pese a las semejanzas, no tuvo nada que ver con la expulsión de los moriscos, hecho que representa el mayor exilio de población española junto con el que se produjo en la guerra civil (1936-1939) y en los años del franquismo.
Con la entrega de Granada, el último rey nazarí acordó con los Reyes Católicos unas pautas de convivencia entre musulmanes y cristianos. Fueron los mudéjares; es decir, musulmanes que convivieron en territorio español después de la reconquista. Sin embargo, tras el primer levantamiento de las Alpujarras, los mudéjares se vieron obligados a ser bautizados, puesto que se creía que habían violado el pacto mencionado. Se convirtieron en moriscos o, lo que es lo mismo, musulmanes bautizados y, por tanto, convertidos al catolicismo.
Convivieron cerca de un siglo. Pero las tendencias cambiaron. En primer lugar, se produjo una radicalización religiosa de los cristianos fruto del protestantismo holandés. Económicamente, hubo una recesión debido a la disminución de la llegada de recursos procedentes de América. Todo influyó en la discriminación social que vivieron los moriscos. Sólo faltaba la excusa. Y el detonante llegó con la segunda rebelión morisca en la Alpujarra.
Cosa curiosa es que, mientras el campesinado veía con recelo la comunidad morisca, ni los señores, ni muchos miembros de la nobleza vieron con buenos ojos la idea de la expulsión de los moriscos. Ellos -los moriscos- representaban un alto porcentaje de la población trabajadora, de la cual se beneficiaban con grandes ingresos los altos estamentos. Al fin, como sucedía antaño habitualmente, todo se solucionaba regalando unas cuantas tierras a los nobles y señores con gran poder de influencia. Así, el 9 de abril de 1609, Felipe III decreta la expulsión de los moriscos, tras las presiones del Arzobispo de Valencia, Juan de Ribera. Pese a que, incluso, algunos sectores de la Iglesia -paradójicamente- creían en la conversión a largo plazo y en la integración definitiva en la comunidad cristiana de los moriscos, no se pudo evitar un hecho que ya se veía venir, siendo un error más del proceso de cristianización en la historia de España.
Con la expulsión de los moriscos, grandes extensiones de tierra se quedaron sin explotar (sobre todo en Valencia y en la Corona de Aragón). Pero lo más importante, a nivel cultural, que es en definitiva lo que nos ocupa, la expulsión de los moriscos significa una pérdida en la pluralidad cultural; una pérdida de la riqueza intelectual de las civilizaciones norteafricanas, las cuales dejaron un gran legado en Hispania.
La expulsión de los moriscos en el siglo XVII es una consecuencia más del radicalismo ideológico. Sea cual sea la cuestión, la incomprensión de lo ajeno, la falta de respeto -valor que deberían promover las religiones- a posturas contrarias, en fin, el radicalismo no justificado en cuestiones religiosas o, en la actualidad, cuestiones como la integración de los inmigrantes o los nacionalismos es, sin duda, un impedimento en el progreso moral de la sociedad. Si analizamos algunos de los fenómenos que ocupan la agenda setting de los medios de comunicación, hoy en día, veríamos como se podrían crear muchas analogías "moriscas".
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/06925177599158195332268/index.htm
http://www.alhaurin.com/lasalpujarras/moriscos/index.htm
http://www.artehistoria.jcyl.es/index.html
http://www.cervantesvirtual.com/historia/monarquia/felipe3.shtml
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