El Consejo de Seguridad de la ONU ha dejado a un lado el concepto fundamental en las relaciones internacionales de NO INJERENCIA en el caso de Libia. La prepotencia y el despotismo de Gadafi es tal que la Comunidad Internacional ha decidido actuar con "las medidas necesarias" sobre terreno libio con los votos a favor de 10 países miembros del Consejo de Seguridad y cinco abstenciones (entre ellas Alemania y Rusia). Esta resolución marcará un punto y aparte en las relaciones internacionales, que veremos si resulta ser el fracaso o la madurez de la Comunidad Internacional.
La resolución de la ONU puede mostrar cierto acuerdo entre los países miembros; sin embargo, la aplicación de los paradigmas realistas en las relaciones internacionales de los estados sigue teniendo un peso fundamental. Esto inevitablemente desembocará en un individualismo interesado que tan sólo tres días después del primer bombardeo ya estamos comprobando.
Francia ha cogido las riendas como potencia política histórica dentro de Europa. Sarkozy al estilo de De Gaulle ha asumido la dirección política de esta guerra en Libia, para fortalecer su condición de potencia central europea. Cuando hablamos de guerra y salvar al mundo, Estados Unidos no puede quedar fuera y son ellos los que coordinan -de momento- la dirección militar. Aquí encontramos el primer desacuerdo y choque de potencias. Mientras Francia apela a la necesidad de una política exterior europea fuerte, Estados Unidos pide la implicación de la OTAN, en donde el país norteamericano es fuerte. En este sentido, el Reino Unido -mano derecha de los Estados Unidos y el awkward partner de Europa- defiende la intervención de los mandos de la OTAN en la dirección de esta guerra. Las divergencias con Francia no son sorprendentes, conociendo la rivalidad histórica entre ambos países y la tendencia atlantista del Reino Unido.
En este contexto, Berlusconi -compañero de Gadafi en los últimos años- ha cedido bases militares con la boca pequeña y ya ha amenazado con retirarlas si no hay unos objetivos concretos; y España ratifica hoy en el Congreso su implicación en la guerra. En medio de la crisis que tiene Zapatero en su nación, el socialista quiere sumarse al carro de las potencias occidentales en la exportación/imposición de los valores democráticos y los derechos humanos.
Tremenda paradoja cuando hablamos de imponer la democracia. Lo peor de todo es la deriva a la que puede llegar la coalición. La resolución tenía como inicio evitar los bombardeos aéreos a la población libia, pero ahora, tras conseguir con éxito este objetivo, la comunidad internacional ha continuado los ataques militares. En conclusión, las divergencias entre estados ha hecho comenzar una guerra sin objetivos claros: no sabemos si sólo es necesario la exclusión aérea de Libia, si hace falta atacar el ejército de Gadafi com cualquier medio militar, si el dictador tiene que caer, si tiene que ser detenido, si tiene que morir...
Estados Unidos ya ha dicho que no es seguro que caiga el dictador. Mucho me temo entonces que se llegue a una pírrica victoria de la coalición en una guerra que se va a alargar un sin fin hasta destruir el país y dejarlo como navío sin destino en el mar.
La casi unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU y hoy, por ejemplo, en el Congreso de los Diputados en España, da argumentos a favor de dicha intervención. Sin embargo, es algo realmente peligroso, sobre todo, conociendo lo que esta sucediendo en otros países como Bahrein o Siria, o sin olvidar -por qué no- los conflictos en el Sáhara o Palestina. ¿Van a ir los cazas patrullando de Libia al resto de países árabes con revoluciones o donde se vulneren los Derechos Humanos? La respuesta es no. Y eso hace pensar en otros intereses de la Comunidad Internacional, sean económicos o geoestratégicos, ya que Libia es un país fundamental en la zona mediterránea.
Ni las muertes se evitan con más muertes, ni la democracia debe ser impuesta por los partidos de occidente. Pero lo que mal empieza, mal acaba. Gadafi lleva 40 años haciendo acuerdos con los principales líderes occidentales, también con España, comprando armamento a la industria bélica de estos países y permitiendo el regreso de inmigrantes a campos de refugiados denunciados por la vulneración de los Derechos Humanos. Mejor que la guerra, otros medios civiles deben ser capaces de evitar la muerte de los opositores libios: embargo de armas, congelación de cuentas, exclusión de cualquier relación internacional, aislar diplomáticamente el país...
Veremos cómo acaba todo y cómo se desarrollan los hechos. Lo que está claro es que los intereses particulares de los Estados -todavía eje fundamental de las Relaciones Internacionales- son el fracaso de la Comunidad Internacional. Sólo un cambio en la voluntad de los gobernantes, de manera que apliquen paradigmas más internacionalistas, hará madurar a dicha comunidad consiguiendo establecer verdaderamente el orden internacional.